Insultos racistas contra una modelo

Athenea Pérez, la candidata murciana al concurso “Miss Universo” ha recibido insultos racistas, según un artículo de este Diario. Algunos se quejan de que al no ser blanca no puede representar a una comunidad que lo es mayoritariamente, y de que su madre es guineana.

Antes de analizar las ideas que se ponen en juego en este suceso, quisiera reiterar mi repulsa a los insultos. Entiendo que cuando a uno le dan un martillazo en un dedo no exclama ¡córcholis!, que todo el mundo se molesta por una cosa o por otra y tiende a expresarlo de formas altamente emocionales. Cuando vivíamos en bandas, apenas más grandes que la familia, y caminábamos muchos kilómetros todos los días, había un amplio margen para la descarga emocional. Las antiguas películas del oeste nos muestran peleas de salón aparentemente inocuas, en las que se romantiza una cierta descarga del malestar de forma agresiva. Sin embargo, hoy vivimos en un mundo diferente. Nos apiñamos en ciudades de millones de habitantes, donde no podemos estirar el codo sin chocar con alguien. Además, disponemos de herramientas altamente letales que tenemos que controlar. Si no aprendemos a respetar al otro, llegamos rápidamente al derramamiento de sangre, de mucha sangre. Por ello, debemos inhibir las agresiones, tanto verbales como físicas. Nos va la vida en ello.

Entiendo que hay quien aboga por que la representante de Murcia sea una mujer cuyo aspecto se aproxime al de la murciana media para facilitar la identificación de la población con su representante. Esto excluiría a una modelo de piel oscura, pero también a las rubias o a las zurdas. Además, ese argumento excluiría a las delgadas, dado que el 59,75% de los murcianos tienen sobrepeso u obesidad. Incluso sin entrar en cuestiones de edad, estatura, higiene, salud o belleza, el argumento se viene abajo.

También se ha pedido que la candidata al concurso sea “murciana de sangre”. No hace falta ser antropólogo para saber que ese tipo de sangre no existe. No hay unos rasgos biológicos que caractericen a los murcianos, distinguiéndolos de los oriolanos o los hellineros (habitantes de territorios tradicionalmente murcianos) ni de los asturianos, los suecos o los guineanos. La antropología no ha encontrado consistencia biológica al constructo de raza, a pesar de que nuestra educación haga parecer intuitiva esa categoría. Hablar de sangre para definir a los legítimos habitantes de una demarcación geográfica es una muestra de ignorancia, pero además es peligroso. Por esa vía se empieza a desarrollar el racismo, que tanto daño ha hecho en los últimos siglos.

Otra cuestión que se evidencia en las críticas a la designación de Athenea Pérez como representante de Murcia es el provincianismo, la asunción de que más allá de una frontera regional el mundo es radicalmente diferente, y peor. Parece que a la modelo no sólo se le exige ser murciana, sino que lo sean sus padres, y que esa “murcianidad” se liga al lugar de nacimiento más que al número de años que se reside en un determinado lugar. Me pregunto si sería suficientemente murciana si su madre hubiese nacido en Vélez Rubio o en Melilla. Por abrir otro melón, ¿somos suficientemente murcianos los nacidos en Cartagena?

Los antiguos atenienses exigían ser descendiente de ciudadanos de Atenas para recibir la ciudadanía. El establecimiento de criterios geográficos/hereditarios para conceder un estatus político puede tener sentido, pero usarlos para definir la esencia de una persona, como se pretende al evaluar la “murcianidad” de esta chica, resulta absurdo.

Los argumentos recogidos en el artículo que cita el problema de la modelo no se sostienen. De hecho, se aproximan al racismo en cuanto esencializan y racializan la adscripción geográfica, imaginando que eso marca una diferencia entre un tipo de persona y otro. Entiendo que no llegan a desarrollar la ideología racista al no establecer una jerarquía racial ni legitimar la opresión de las razas inferiores, pero expresan ideas problemáticas.

Aunque lo siento por Athenea Pérez y por el dolor que se le haya podido infligir, me alegro de que se puedan expresar las ideas en las redes sociales (no incluyo en esto los insultos). Gracias a ello es posible rebatir los argumentos expuestos por algunas personas y evidenciar los apuntes de racismo que les subyacen. De lo contrario, sin el esclarecimiento que produce el diálogo, esas ideas podrían desarrollarse como lo hicieron en la Alemania de los años 30. Nunca lo diré lo suficiente: pensar y dialogar, incluso de cosas feas, nos ayuda a iluminar el camino y a evitar acabar actuando los errores más groseros.