Publicado en el blog del Instituto Español de Psicoterapia y Psicodrama Psicoanalítico en septiembre de 2017.
He tenido la oportunidad de asistir al World Congress of Psychotherapy (WCP) 2017 y quisiera compartir mis impresiones.
Se trata de un encuentro de psicoterapeutas de distintas orientaciones y diferentes países del mundo. Constituye un caleidoscopio de perspectivas que resulta muy interesante, aunque en ese totum revolutum se prime la inclusividad sobre el rigor y se acojan abordajes de validez discutible. Digo caleidoscopio y no crisol porque en este congreso no se busca la integración. Se yuxtaponen presentaciones de psicoterapeutas de diversos orígenes, pero no se desarrolla la discusión entre perspectivas y el estudio de en qué los enfoques son complementarios o contradictorios ni cuál puede ser el campo de utilidad de cada uno.
Me resultó particularmente interesante la propuesta de desarrollar la profesión de psicoterapeuta como unos estudios de grado universitario independientes de Medicina o Psicología. Entiendo que una Facultad de Psicoterapia como base para un cuerpo profesional puede servir de marco al crisol del que hablaba antes y servir como un marco transnacional para la profesión, análogo al que actualmente posee el psicoanálisis. Sin embargo, veo algunos obstáculos para ello.
Al no haberse desarrollado suficientemente un trabajo de síntesis o integración entre las distintas corrientes psicoterapéuticas, la formación puede oscilar entre la adscripción a una escuela teórica reproduciendo desde la universidad lo que actualmente ocurre en estudios de postgrado o, por otro lado, montar un collage donde los estudiantes puedan curiosear distintos enfoques sin llegar a dominar ninguno que albergue una cierta complejidad. Incluso, el fracaso de este enfoque si intenta abarcar lo inabarcable, puede llevar aun colapso en abordajes reduccionistas.
Particularmente complicada es la relación de esta Facultad de Psicoterapia con el Psicoanálisis, que fácilmente puede quedar excluido o fagocitar la institución al poseer un modelo epistemológico muy rico y complejo cuyo aprendizaje requiere prácticamente la totalidad del grado.
Otro problema es el impacto que este naciente colectivo profesional puede tener sobre la ecología de las profesiones “psi”. Especialmente, el riesgo de que la Psiquiatría y la Psicología se vean expulsadas del complejo terreno de las psicoterapias y se atrincheren aún más en los abordajes biologicista y cognitivo-conductual respectivamente.
Otro hallazgo relevante en el WCP fue la ubicuidad de talleres y presentaciones sobre el psicodrama. Resulta reconfortante para mí ver la extensión de esta técnica, aunque sea en su versión moreniana.
El psicodrama, como técnica desligable de la teoría que lo sustenta, tiene la capacidad de amoldarse a distintos paradigmas teóricos, siendo particularmente interesante para nosotros el psicodrama psicoanalítico utilizado en el IEPPP, con toda su riqueza, pero pudiendo reducirse hasta el “role playing” cuya difusión transciende incluso el campo de la psicoterapia para llegar al coaching, la educación, etc.
La búsqueda del crisol de las psicoterapias resulta difícil y algunos ensayos desde la teoría pueden caer en mixtificaciones, mientras que los esfuerzos que parten de la clínica pueden llevar a eclecticismos incoherentes o a un mínimo común denominador análogo a los enfoques supuestamente ateóricos del DSM y la CIE.
Una excepción exitosa, aunque parcial, es precisamente el psicodrama psicoanalítico, que recoge la técnica y la teoría de Moreno para integrarlas con el psicoanálisis y la dinámica de grupos produciendo un resultado congruente y sobretodo útil. Tal vez en este momento ese sea el modelo de integración al que podemos aspirar, la formación de “grumos” que integran partes del campo, pero no su totalidad. A fin de cuentas, el polvo interestelar que compone el universo se ha integrado de esta manera, formando “clusters” separados unos de otros a los que llamamos galaxias.
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