La emigración es un evento vital estresante por cuanto supone la pérdida del entorno conocido y el afrontamiento de nuevas situaciones, costumbres, relaciones y, a veces, idioma.
Un evento de esta magnitud puede afectar negativamente a la salud mental o ser una oportunidad para el crecimiento dependiendo de la capacidad para “digerir” la experiencia.
Cuando un emigrante tiene problemas de salud mental puede experimentar dificultades para encontrar a alguien que le entienda como persona, teniendo en cuenta su situación y que no ignore sus particularidades culturales ni quede cegado por ellas e incapacitado para verle como una persona única y completa.